Wednesday, February 02, 2005

Diario de la infancia - 24/11/1980

24 de noviembre de 1980 (1 año 2 meses de edad)

Magui, mi niñita hermosa:

Qué alegatitas tan hermosas tienes al despertar para saludarnos, y tu sonrisa. Después de desayunar fuiste a la estufa y sacaste todo lo que había ahí y tiraste la manteca, te manchaste tu ropita y los zapatitos, y como están mojados porque los lavé, tuve que ponerte los de Alex cuando estaba chiquito y al vértelos tu hermanito le dio tanta risa, que nos causó infinita ternura. Caminas con mucha dificultad porque te quedan poquito grandes.

Cada que ves pasar a tu papá le gritas que venga y me dices que quieres quedarte con él. Me jalas para que te lleve afuera.

Tus piecitos siguen desde que nos levantamos por todos lados y te cansaste por traer esos zapatitos y me dices que te cargue, me causaste tristeza de verte así y te cargué. Después te di algo de comer y cuando ya no quieres haces gestitos, por lo que te ofrecí leche y te da mucha alegría y tal vez en agradecimiento me das muchos besitos y me llevaste al lugar donde guardo los biberones.

Te pusiste pomada de la campana y te enojaste porque te la quitan tus hermanitos, te ves preciosa con la pomada. Te llevamos afuera unos momentos y te subiste al alambrado, apenas puedes.

Cuando estaba bañando a tus hermanitos, te quieres meter con zapatos (los de Alex) y en un descuido mojaste uno y anduviste un momento descalza y tuve que bañarte rápidamente para que no te haga daño.

Mientras fui a sacar agua tibia del pozo, te saliste de la tina y te manchaste las tobilleras. Mientras fui a lavar estuviste jugando en la tina, te quedaste sentadita. Después te llevé con papá mientras tiendo la ropa y más tarde fui a traerte unos huarachitos y no te gustaron ni te quedaron por lo que seguirás con los de Alex.

el roce de las espigas

las máquinas amenazan con llevarse el sonido. Me apresuro a ir a escucharlo, tal vez por última vez hasta la siguiente cosecha. No sé si ellas sepan que les queda poco tiempo. Tal vez por eso las más listas se agachan, pero me temo que no les servirá de mucho. La mayoría, sin embargo, permanecen valientes y orgullosas, se dejan acariciar por el viento y entonces producen uno de los sonidos más hermosos y puros de la naturaleza: el roce de las espigas. Son millones de ellas, conocen la armonía y el encanto. Me atormenta pensar cuántos no escucharán jamás este murmullo, me desespera más imaginarme cuántos sonidos como éste no llegarán a mis oídos… pero me absorbe éste, tan único, tan simple, tan mágico y tan sabio.

No me queda más que observarlas mecerse con el viento y después cerrar los ojos para tratar de retener para siempre en mi memoria el hermoso murmullo del roce de las espigas.